sábado, 11 de enero de 2014

El hombre del revés - Comisario Adamsberg, 2

Conforme pasan los años me descubro  cuadriculado, una persona dispuesto al cambio pero a uno ligero, que me permita saber siempre dónde estoy y qué hago. Dejando poco lugar a la inventiva y a la novedad.

Cierto que alterno géneros (novela negra, ciencia-ficción, fantasía...) pero al final acabo moviéndome dentro de un rango de autores con similitudes: cambia el sexo del protagonista, o la profesión, o la forma de encarar las situaciones pero no de una forma radical, no son extremos opuestos, ni alternativas imaginativas, simplemente soluciones distintas para desarrollos comunes.

Pasa un poco como con las series, como comentábamos el otro día durante una conversación familiar mi madre y yo, al final ves un poco de lo mismo pero te engañas porque los títulos son distintos: "Hawaii 5.0", "Blue Bloods", "Castle"... unos potencian la acción, otros la trama política o algún dilema moral, otros el humor, pero al final la idea es fundamentalmente la misma y te aburres.

La forma en que salgo del "ciclo normal" de lectura es cambiando cosas, intentando autores nuevos o, cuando los he encontrado previamente, distintos. Y si hablamos de escritores distintos para mí es inevitable hablar de Fred Vargas., que para mí es lo más parecido a un exponente del surrealismo que existe en el mundo literario, al menos en el de la novela negra.

Hay otros autores que convierten lo "irreal" y  lo "absurdo" en el eje de sus libros. Dotándolos de imaginación y de humor dentro de un género distinto: como Terry Pratchett o Christopher Moore. Fred Vargas no. Ella muestra la realidad desde lo extraordinario, plasma esos pensamientos inconexos que a veces tenemos pero que no llegamos a exteriorizar o cuyo hilo nunca seguimos hasta el final. Muestra las relaciones desde su perspectiva más irracional (como muchas veces son) y a las personas como un atajo de impulsos que a veces no es posible controlar y que acaban por salirse de lo cotidiano, mostrando algo único e irrepetible.

La cuestión es que te guste. Que no te sientas perdido o timado cuando la lees. Que no te pases la mitad de la novela pensando: ¿¿pero qué hago perdiendo el tiempo con esta panda de tarados?? o ¿qué estoy leyendo?

Las historias de Vargas cobran sentido al final, cuando todos los cabos están unidos, hasta entonces son una sucesión inconexa de conversaciones, comportamientos y actuaciones que perfilan pero no definen el conjunto y que impiden al lector cualquier posible intento de anticipación por su parte.

Lo que yo definiría casi siempre como una lectura incómoda. Pero una lectura que, al menos a mí, me cautiva y atrapa. Quizás la escritora francesa no sea un dechado de prosa desbordante, sus descripciones no destilen lirismo y sus personajes resulten (con la excepción de sus protagonistas) totalmente olvidables, pero lo cierto es que su lectura me cautiva y, de vez en cuando, me atrae lo suficiente como para que me moleste en comprar uno de sus libros y le busque un hueco.

De sus series sólo he probado dos. La de "los tres evangelistas y la del "Comisario Adamsberg". 

Los primeros me gustan mucho. Si tuviese que recomendar la mejor forma de acercarse a Vargas sería esa, coger  "Que se levanten los muertos" y darle muy duro y, si te gusta, seguir con "más allá a la derecha" y luego cerrar la serie con "Sin hogar ni lugar". 

Creo que es una buena forma de aproximarse a la obra de esta autora. Casi todos los elementos que conforman su obra aparecen en esas novelas y cuentan, además, con un ligero toque humorístico que no hay (y que se echa de menos) en la serie del Comisario Adamsberg. 

De Adamsberg hay poco que pueda decir que prepare al lector para lo que se va a encontrar, porque no soy capaz de encontrar un parecido razonable con ningún personaje literario que conozca. Ni una forma de escribir que se asemeje a la de Vargas.

Si te decides a hacerlo hazlo esperando lo inesperado. No hablo de pistolas láser, técnicas de laboratorio revolucionarias o grandes escenas de acción.  En sus novelas no hay una descripción singular de parajes y costumbres locales, de ambientes ignotos y partes poco tratadas de la sociedad. Sólo personas. Todas ellas extrañas.

Porque Vargas muestra a la gente sin las mascaras que siempre llevamos puestas en la sociedad actual. No es que muestre "lo que pasa en nuestros hogares" cuando nadie nos ve, es que plasma a sus personajes centrándose en ciertos rasgos, nada más, en cierto modo los caricaturizara pero sin el componente humorístico que todos esperaríamos. Simplemente coge los rasgos que definen al personaje y los muestra tal cual, individualizándolos del resto y mostrándoles sin pudor. 

Seguir su lectura es fácil pero anticipar la trama es casi imposible porque en su narrativa se intercala lo trascendente con lo banal, porque ella describe un entorno y lo que pasa por la mente de los distintos personajes en un momento y, como sucede en la vida, muchas veces esos pensamientos son inconexos y fugaces, alejados de cualquier sentido.

Y, con todo (o a pesar de ) eso, a mí me cautiva y me seduce. No siempre. Fred Vargas... Adamsberg en concreto, es un personaje para momentos y estados de ánimo concreto. Necesito estar en "el punto" para poder leerlo sin problemas y para, llegado el caso, disfrutarlo. Sin una sonrisa, sin un aspaviento, sin nada... simplemente disfrutarlo, de forma minimalista e introspectiva.

En "El hombre del revés" sale poco. Como siempre para resolver pero antes de eso, para confundir. Al resto de personajes, al "malo" de la novela y, a veces, casi a si mismo. Al lector, sobra decirlo, lo vuelve turulato. 

El peso lo lleva Camille, ese (des)amor, que apareció poco en "El hombre de los círculos azules" pero que marca toda la novela. Han pasado cinco años desde entonces y parece que el reencuentro es inevitable, la terrenal y pragmática Camille con el extraño Comisario... un choque de trenes que no llega  a ser tal. Un encuentro singular que finaliza con un par de páginas para el recuerdo, como ya sucediera en la novela precedente... y como siempre, sin saber como, con una explicación para el caso, sorprendente y evidente, aunque durante las doscientas páginas anteriores haya resultado una verdad esquiva para el lector. 

Si quiero hacer una apreciación. Las novelas de Vargas, como las de Andrea Camilleri (aunque en el caso de la francesa el metraje es mayor), se leen muy fácil y muy rápido. Quizás demasiado para el coste actual de una novela en formato normal. En versión bolsillo la relación calidad-precio, se equipara un poco más.

Aunque esperar no siempre es bueno... yo he pasado dos años detrás de esta novela que, cuando quise leer, estaba descatalogada y que cuando reapareció lo hizo únicamente en formato normal. Vuelve a estar en bolsillo, así que si alguien quiere aprovechar quizá sea el momento porque las editoriales, mucho más que Fred Vargas (y mira que es difícil), a veces hacen cosas realmente  incomprensibles.

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