viernes, 6 de diciembre de 2013

El misterio de los hermanos siameses

Yo no leí a Ellery Queen a la vez que lo hacían mi madre y mi hermana, hace más de una década.

La primera novela que leí fue "El cadáver fugitivo", que también había sido la última hasta la fecha y, entonces, me pareció un autor del montón, uno de tantos. Lejos de otros autores de su "gama" e incluso época como Gastón Leroux y su cuarto amarillo o Maurice Leblanc y su Arsenio Lupin.

Queen es más árido, menos vivo, más previsible. Sus novelas son bastante más planas pero, eso sí, en "El cadáver fugitivo" el lector encontraba algún elemento que agradecer, como la ironía y el sentido del humor del protagonista. Algo que, junto a los enfrentamientos entre el padre y el hijo, le permitían agarrarse a la narración hasta llegar al final. Lojusto para darle una oportunidad a la siguiente novela si uno la conseguía en la biblioteca o porque alguien se la podía dejar.

Ya entonces, cuando pasé la novela a mi madre, mi hermana dijo que no había envejecido bien pero yo, testarudo como pocos, decidí darle una oportunidad a otra de sus novelas. En este caso "El misterio de los hermanos siameses" que tenía en la estantería como parte de una colección de un periódico de hace unos cuantos años.

Cuando faltan poco más de tres semanas para que lleguen las campanadas y sin haber repasado las novelas que he leído en estos últimos trescientos y pico días, creo que "El misterio de los hermanos siameses" es, posiblemente, la novela más floja que he leído en lo que va de año.

No creo que su problema sea la obsolescencia, pues creo factible desarrollar una novela actual con la misma argumentación sin que los avances tecnológicos y nuevos descubrimientos científicos condicionasen la trama. Para mí el problema es de mala elección de alternativas.

La apuesta de sus creadores es poner a los protagonistas en una situación de peligro extremo en la que su vida está expuesta a elementos externos ajenos a su control (un incendio que les deja aislados en una mansión sin que parezca que ninguna de las actuaciones que desde el pueblo se están intentando consiga atajar el problema). Renuncian por tanto al humor para otorgarle el protagonismo a la tensión, a un entorno hostil y una situación desesperada. 

El problema es que la recreación flojea por todos los lados y el lector, en ningún momento, se ve inmerso en la tragedia. Sin implicación emocional hacia los acontecimientos la actuación de los personajes queda reducida a un mero ejercicio de histrionismo donde todos pierden la compostura, sobreactuados y, en el caso de los protagonistas, cargados de una prepotencia y soberbia que, en ningún momento se ve justificada por sus avances, por lo que la obra, en principio corta y ligera, se convierte en un ejercicio descafeinado, desprovisto de todo acicate para el lector.

Ni siquiera el giro argumental, la introducción del "elemento humano" en el crimen como agente distorsionador sirve para dotar de interés a una novela que, a pesar de su brevedad, se hace muy larga.

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