miércoles, 17 de octubre de 2018

Aviso de muerte - (Serie de Anne Capestan, vol. 2)


Cada uno tenemos querencia hacia algo. La mía es hacia mantener un equilibrio inestable entre orden y caos (y no lo escribo con "k" directamente porque el corrector me lo cantaría como falta y me toca las narices ver algo en rojo mientras escribo, que si no...)

Mi vida se basa en compensar. En encontrar la paz que me da tener parcelas  donde cualquier rastro de orden o raciocinio está supeditado a la intuición, las sensaciones o el mero dejarse llevar por lo que sale.

Cuando esa parte más caótica ha entrado en la zona que necesita ser cuadriculada la cosa ha ido muy mal. Algo parecido a lo que ha sucedido cuando he obrado de tal forma que la espontaneidad y lo errático han perdido su espacio en mi vida.

En las lecturas me sucede algo parecido. Me gustan mis clásicos, mi alternancia, mi... pero necesito que dentro de la rutina, de vez en cuando se produzca algún hecho que rompa la monotonía y  deje su impronta, algo que se salga tanto de lo habitual que permita generar un recuerdo propio que deje huella.

En el mundo de la novela negra tengo varios autores (como Jo Nesbo, Lorenzo  Silva o Olivier Norek) que destacan por ser creadores de auténticos novelones, historias completas y complejas que resulta muy difícil no recordar.

Sin embargo, hay un número bastante elevado de autores que entran en ciertas fórmulas tipo o en clichés que dificultan recordar sus historias (y hasta a sus personajes) conforme va pasando el tiempo porque no dejan una impronta personal.

Sophie Hénaff es una autora "singular", que escribe dentro del género negro pero que se sale de los clichés para construir novelas personales, fáciles de identificar, con sello de identidad (y, por que no, márchamo de calidad).

Sus historias son corales, llenas de personajes ricos en matices, que siempre dejan su impronta en el lector.

Es cierto que a veces pueden resultar demasiados y que la constante alternancia entre ellos, el cambio de nombres y el ritmo con el que suceden las cosas descoloca un poco, pero si le puedes dedicar un poco de tiempo al día para que de margen a que se asiente todo, leer sus historias es un placer. Imagino que para muchos culpable pero placer al fin y al cabo.

Y es que me gusta la idea de un grupo (llamese brigada, unidad o...) de personas con sus rarezas, que es capaz de encontrar dentro de su lugar de trabajo su equilibrio y su timing. Porque de eso va la serie, de cómo un grupo de personas que para la sociedad "no son aptos" por distintos motivos, es capaz de encontrar la forma de aportar dentro de sus peculiaridades, tics, manías y obsesiones.

No pretendo engañar a nadie, "Aviso de muerte" no es la novela del año, aunque su autora y la serie llevan recolectados algunos premios, pero sí un soplo de aire fresco, ese "algo distinto" que te permite sanear la cabeza y salir de lecturas rutinarias sin renunciar a la calidad de una buena historia,  mientras pasas un rato agradable y, a veces, hasta sonríes o te ríes con lo que sucede.

¿Su mérito? Construir una historia con personajes "singulares" (y a veces estrambóticos) sin caer en la parodia o en la pantomima, tomándose en serio a todos sus personajes, dotándoles de coherencia y fondo, mientras su creadora aprovecha para ir hablando  de todo un poco.

Para mí tiene la dosis que buscaba de tranquilidad, novedad, ingénio y alegría sin caer en la autocomplacencia, la repetición o el paroxismo. Y eso suena bien y me gusta mucho.

Es ágil, muy cómoda de leer y es capaz de generar cariño y empatía en el lector hacia los distintos integrantes del grupo mientras consigue intercalar, además, algo de crítica social.

Cuando me planteé escribir el post llegué a pensar en equiparar o, al menos, tratar de establecer una vinculación entre Fred Vargas y Hénaff o incluso mencionar a Patrick Weekes de forma tangencial, pero creo que puede generar confusión.

Weekes es fantasía y si bien su grupo de "insurgentes" tiene gracia, tiene un aire menos natural, algo más impostado que la autora francesa. Además, aunque en la segunda entrega de su trilogía se nota algo de cambio, hay una ligera tendencia hacia la parodia y si algo tienen las novelas de la escritora francesa es, precisamente, lo contrario, se toma muy en serio a cuantos pasan por sus páginas.

El caso de Vargas es distinto. Para mí es una escritura con una mente privilegiada, que escribe como nadie, pero lejos, eso sí, de cualquier tipo de convencionalismo. 

Su "pero", al menos el que sé que encuentran algunos lectores, reside precisamente en sus  personajes, Adamsberg en particular, tienen un punto estrambótico y surrealista que no llega a todo el mundo. Su particular forma de plasmar y representar/interpretar la realidad no llega/gusta a todos por igual y quizás la sitúe en un placer no apto para cualquiera.

En cambio, Hénaff es más cotidiana, más cercana, más mundana. Nos permite ser capaces de sentirnos uno más de su brigada y, a partir de ahí, crecer con la novela. Su lectura genera cariño y sensación de pertenencia y eso es algo que muy pocos autores consiguen alcanzar.

Por mucho que leas y aún con la sonrisa cómplice inicial ante esa panda de desarrapados, conforme avanza la novela cuesta no ver en ese conjunto heterogéneo y antagónico de personajes, un "algo" que nos hace sentirnos identificados, reconociendo en su obra un espacio de solaz e inclusión para quienes, en ocasiones, nos sentimos encasillados en ese gran corsé bautizado como normalidad.

¿Mejorable? fijo, toda lectura lo es, pero no sé de qué forma se puede conseguir o que se puede cambiar sin que en el camino desaparezca parte de la esencia que tiene.

¿Lo bueno? que si te va, si te gusta, te gustará mucho, porque llega. 

Como titulaba un artículo de "El país" sobre ella, es una "revolución silenciosa". Una escritora tranquila, que construye historias con sentido porque le dedica tiempo y, además, lo hace sin prisa (que es algo que no se valora pero que es igual o más importante aún). 

Valoración: Me ha gustado. Casi, casi, diría que "mucho", la verdad. Cualquiera de las dos novelas de esta serie está llena de personajes entrañables y relaciones afectivas singulares que merece una oportunidad de cualquier lector que quiera romper con lo cotidiano y que crea que "lo habitual" a veces necesita ser agitado.

Y en los ratos libres... "Constantine: City of Demons", película animada oscura como su personaje protagonista, con tintes muy negros. Una película a juego con la segunda entrega literaria de las aventuras (o eran desdichas) de Eric Carter, el personaje creado por Stephen Blackmoore.

Y musicalmente...sigo con Jess Glynne y  su bozarron cuando busco un descanso, por ejemplo con "All I am" y me sorprendió hace poco "There´s no way" de Julia Michaels con Lauv.

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